El arma secreta del "food marketing": un arma de doble filo.

1. En realidad, el video pertenece a una campaña de Compassion in World Farming, una organización fundada en 1967 por un granjero británico horrorizado con el desarrollo moderno de la industria ganadera y agricultora tras la segunda guerra mundial. Dicha organización encargó el video a Catsnake Film, una productora de publicidad.

2. Kate Cooper es una actriz que se llama Kate Miles.

3. El público sí es real y sus reacciones, que habrán sido seleccionadas por cuestiones dramáticas, son espontáneas.

4. Puedes encontrar el video original en el canal de youtube de Compassion in World Farming haciendo click aquí.

Vamos al grano. No importa el origen del video. No me gusta que usen los mismos trucos que critican. No me gusta que culpen al comensal y eximan de responsabilidad a los productores, pero, la cuestión que plantea el video es real:

Comer no es un acto aislado y cerrado herméticamente en un envase al vacío de emociones y responsabilidades. “Comer es un acto agricultural” (Wendell Berry, The pleasures of eating). Y decisiones cotidianas como la lista de la compra determinan nuestra relación con el planeta. Lo sé, a veces resulta difícil visualizarlo. La distancia entre ciudades y aldeas parece mayor que nunca. Para muchos de l@s niñ@s que crecen en entornos urbanos, ir a la aldea y ver una vaca es casi como una visita al zoo. Para mi, que dormía en una habitación sobre la cuadra de las vacas, resulta sorprendente haber llegado al extremo de llamar a la comida “ecológica” u “orgánica”... ¿Cuándo dejó la comida de ser algo sencillamente “natural”? ¿Y la agricultura? ¿Cuándo dejó la agricultura de ser “natural”?

Si interpretamos “natural” de forma literal y cerrada, la agricultura habría dejado de ser natural hace unos 10.000 años... es decir, desde el mismo momento en el que comenzamos a cosechar semillas y plantas silvestres para seleccionar y domesticar las variedades que mejor se daban. Nosotros creemos que “lo natural” es un concepto más abierto. La intervención humana en su interacción con el entorno es inevitable y su naturalidad está definida por el impacto medioambiental que provoca. Si dicha intervención se integra en armonía con el entorno, conservando su riqueza biológica y equilibrio original, entonces, nos parece razonable calificarla de “natural”.

Por ejemplo, las técnicas de agricultura industrial intensiva originadas con “la revolución verde” nos parecen agresivas y artificiales. Un momento. ¿Agricultura industrial intensiva? ¿revolución verde? Tampoco suena tan mal... A ver que tal suena esto: sobreexplotación del suelo como recurso natural, uso de abonos químicos sintéticos, herbicidas, plaguicidas y maquinaria agrícola de grandes dimensiones para eliminar la mano de obra humana y serializar la producción de alimentos como si la tierra fuera una gigante fabrica de coches. Esa fue la solución de urgencia para proveer alimentos de forma estable a una población en aumento y escasa de recursos tras la segunda guerra mundial; sin embargo, maximizar la producción a cualquier precio tiene un impagable coste medioambiental que ha hecho de la solución un problema. La misma industria que ha creado el problema propone nuevas soluciones como el uso de semillas transgénicas para resolver las nocivas consecuencias que ha creado la supuesta solución original. A pesar de los avances científicos y dada la experiencia previa, creemos que todavía resulta difícil calcular y prever las consecuencias del impacto que las nuevas soluciones de la industria podrían tener en el ecosistema.

Antes de que fuera necesario plantear la agricultura “ecológica” como respuesta a los problemas derivados de la agricultura industrial intensiva, antes de eso, nuestros antepasados labradores ya habían perfeccionado el aprovechamiento de los recursos y particularidades de su entorno de manera natural y eficiente. No tenían otra alternativa. Y el conocimiento acumulado generación tras generación era transmitido de padres a hijos, muchos de los cuales no se limitaban a seguir los métodos tradicionales contrastados en su entorno, sino que, a partir de la observación, también experimentaban con cambios que pudieran suponer mejoras. Cuando así ocurría, dichas mejoras se incorporaban a sus prácticas... Así pasó durante siglos y fue posible precisamente por la sostenibilidad de las soluciones para con el entorno donde vivían; soluciones contrastadas durante siglos de pequeños avances. Es lo que se llama agricultura tradicional y tengo la sensación de que es la gran olvidada.

Reinventar la rueda sería necesario si hubiera dejado de existir. Quienes formamos parte de esta casa tenemos la suerte de que nuestros padres y nuestros abuelos heredaron el conocimiento de la rueda tradicional y la hicieron rodar hasta nuestros días... Ahora nos toca a nosotros mantener y perfeccionar esta rueda de la que todos formamos parte. “Comer es un acto agricultural” y me alegro de que los comensales seamos el arma secreta del “food marketing” porque somos un arma de doble filo: de nosotros depende cortar por lo sano con la inconsciente e irresponsable agricultura industrial.

¿Tú qué piensas? Nos gustaría leer tu opinión.

Publicado el 14/09/2014 por José Luís 0 6754
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