Obra nueva
El aceite de oliva que el Conde Duque de Olivares no quería que probaras: el oro líquido del Valle de Quiroga.
Manuel, Suso, Roberto y Julio son un grupo de amigos que creció viendo como se hacía en casa el aceite familiar del Valle de Quiroga. Quizá no conozcas la íntima y larga relación que el Valle de Quiroga y Ribas de Sil tienen con el aceite. Nosotros la descubrimos cuando conocimos a este grupo de amigos y creemos que merece la pena contarla.
Resulta que antiguamente solían delimitarse las fincas con olivos. ¿Por qué? Porque eran duraderos y porque las aceitunas, independientemente de donde cayeran, solo podía recogerlas el dueño del olivo por “ley real”. Desde la época de los romanos, aquella zona era reconocida como el lugar donde se encontraban los mejores aceites. En todo el sur de Galicia había aceite. De hecho, Vigo le debe su apodo (“Ciudad Olívica”) al reconocimiento de la gran producción y exportación de aceite gallego que se hacía desde su puerto.
Entonces, ¿qué paso con el aceite gallego?
Parece ser que, cuando el Conde Duque de Olivares (principal terrateniente de olivares en Andalucía tal y como su nombre indica) se convirtió en valido del Rey Felipe IV a principios del s. XVII, una de sus decisiones más importantes fue que todos los propietarios de olivos gallegos debían pagar un impuesto especial. Así consiguió que se cortaran la mayoría de las plantaciones olivares en toda Galicia. Y así eliminó del mercado a un fantástico competidor. No se sabe la razón, pero los viejos olivos que dividían las leiras en el Valle de Quiroga y Ribas do Sil no fueron cortados. De hecho, permanecieron practicamente intactos hasta nuestros días y hace unos años, la Universidad de Vigo empezó a analizar las aceitunas procedentes de esos viejos olivos. Su sorpresa fué mayúscula...
¡Aquellas aceitunas no estaban catalogadas en ningún sitio! Eran absolutamente diferentes a todas las conocidas. Para validarlo, enviaron muestras a los especialistas de la Universidad de Cordoba, que confirmaron su análisis: olivos centenarios de una calidad excepcional totalmente únicos. Y desconocidos. Ahora tocaba bautizarlos y los expertos decidieron que no había nombre más adecuado que el que los vecinos le daban a sus aceitunas:
Brava y Mansa. Ambas son aceitunas negras, pero una es amarga (Brava) y la otra es más dulce (Mansa). Hay tantos olivos de una como de la otra. Y en el valle siempre se habían mezclado para hacer su exquisito aceite. Eso es lo que han recuperado Manuel, Suso, Roberto, Julio y sus familias. Hoy en su almazara procesan el aceite de sus vecinos, elaboran una edición limitada a 500 litros donde Brava y Mansa (60%) se combinan con aceitunas de Picual (25%) y Arbequina (15%), variedades de olivos también presentes en el Valle de Quiroga y Ribas de Sil; Y también elaboran una edición de aceite de oliva virgen extra única: 100 litros puros de Brava (50%) y Mansa (50%), 100 litros puros del aceite que el Conde Duque de Olivares no quería que probaras.